Durante mucho tiempo pensé que dormía mal porque estaba estresado. Me acostaba tarde, me despertaba varias veces por la noche, y por las mañanas me sentía como si no hubiera pegado ojo. Lo típico: pensaba que era el café, el móvil antes de dormir o el ritmo de vida. Pero llegó un punto en el que la fatiga me afectaba a todos los niveles. No rendía en el trabajo, estaba de mal humor constantemente y me dolía la cabeza a diario. Fue entonces cuando descubrí que lo que tenía se llamaba apnea del sueño.
¿Qué es la apnea del sueño?
La apnea es un trastorno que impide respirar con normalidad mientras duermes. Hay diferentes tipos, pero el más común es el que se produce por una obstrucción en las vías respiratorias. Básicamente, el cuerpo deja de respirar durante unos segundos (o incluso más) y eso provoca que el cerebro tenga que “despertarte” para que vuelvas a hacerlo. Aunque no seas consciente, tu sueño se interrumpe una y otra vez, lo que impide que descanses bien.
Yo no roncaba tanto como para sospecharlo. Pero empecé a grabarme por las noches con el móvil y vi que sí, había pausas en las que dejaba de respirar, seguidas de una especie de resoplido fuerte. Esa fue mi señal de alarma. Luego me hicieron una prueba de sueño y se confirmó el diagnóstico.
Lo que provoca más allá del sueño
Lo primero que noté fue la diferencia brutal entre dormir mal y tener apnea. No es lo mismo estar cansado por dormir poco que por no descansar nada durante ocho horas seguidas. En mi caso, el problema afectaba a casi todos los aspectos de mi vida.
Empezando por el cansancio físico. Me sentía agotado incluso los fines de semana. Había perdido las ganas de hacer deporte y me costaba concentrarme. Pero también tenía consecuencias mentales: estaba más irritable, me costaba tomar decisiones y me sentía bastante apático. No lo relacionaba con el sueño hasta que me lo explicaron.
Además, me sorprendió enterarme de que la apnea del sueño se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades como hipertensión, problemas cardiovasculares, diabetes tipo 2, e incluso accidentes cerebrovasculares. Dormir mal no solo te deja con mal cuerpo, también puede hacer que tu salud se deteriore muy rápido.
Causas y factores que influyen
Una de las cosas que más me llamó la atención es que la apnea no es exclusiva de personas con sobrepeso. Es cierto que el exceso de grasa en el cuello puede hacer que las vías respiratorias se estrechen más fácilmente, pero hay muchos más factores.
En mi caso, no tenía obesidad ni antecedentes familiares evidentes. Pero me explicaron que también influyen la forma de la mandíbula, la posición de la lengua al dormir, y otros rasgos físicos que pueden ser hereditarios. La genética, como en muchas otras cosas, juega un papel importante.
También hay factores que agravan la situación, como el consumo de alcohol por la noche, el tabaco, y dormir boca arriba. Todo eso facilita que se bloqueen las vías respiratorias y las pausas respiratorias se vuelvan más frecuentes.
¿Y qué pasa con la boca?
Una de las consecuencias menos conocidas de la apnea es su relación con la salud dental. Fui a la Clínica Dental Sánchez Arranz, en Burgos, porque me dolía la mandíbula por las mañanas y sentía presión en los dientes. Pensaba que era bruxismo o tensión, pero allí me explicaron algo que no sabía: muchas personas con apnea desarrollan problemas dentales por la forma en que posicionan la boca al dormir.
Me dijeron que los pacientes con apnea suelen empujar inconscientemente la mandíbula hacia adelante para abrir las vías respiratorias. Ese movimiento constante puede generar dolor en la articulación temporomandibular, desgaste en los dientes y otros problemas relacionados. Además, la boca abierta durante la noche favorece la sequedad, lo que también influye en la aparición de caries o encías inflamadas.
Desde la clínica me recomendaron valorar el uso de una férula de avance mandibular. Es un dispositivo que ayuda a mantener la mandíbula en una posición que facilita la respiración sin obstrucciones. No es la solución definitiva para todos, pero en algunos casos mejora muchísimo la calidad del sueño y evita recurrir a otros tratamientos más invasivos.
Cómo se trata y qué opciones hay
Cuando me diagnosticaron apnea, pensé que me iban a mandar directamente la famosa máquina CPAP (presión positiva continua en las vías respiratorias). Y así fue. Es una máquina que te obliga a respirar con una mascarilla, manteniendo las vías abiertas. Al principio cuesta adaptarse, pero en mi caso la diferencia fue tan evidente que seguí usándola sin problemas.
No es la única opción. Dependiendo del grado de apnea y de las características de cada persona, también existen las férulas mandibulares, cambios posturales al dormir, pérdida de peso, cirugía o reeducación respiratoria. Todo depende de la causa principal.
En algunos casos, mejorar los hábitos también puede marcar una gran diferencia. Por ejemplo, dejar de fumar, evitar el alcohol, hacer deporte y cenar pronto. No es que la apnea desaparezca mágicamente, pero todos esos cambios ayudan a que los episodios sean menos frecuentes y menos severos.
¿Por qué no se detecta antes?
Lo que más me sorprendió de todo esto es que la apnea del sueño es mucho más común de lo que pensaba. Hay muchísima gente que la sufre y no lo sabe. Se normaliza el ronquido, se normaliza despertarse cansado, y no se le da importancia hasta que afecta de forma seria.
En parte, creo que hay poca conciencia real sobre el impacto que puede tener este problema. Además, la mayoría de personas no piensa en ir al médico por dormir mal. Se asume que dormir mal es lo normal en adultos, sobre todo cuando llevas una vida estresada o con horarios complicados. Y lo peor es que incluso algunos médicos pasan por alto el diagnóstico si no haces la prueba del sueño.
También hay muchas personas que no quieren hacerse la prueba porque implica dormir una noche en un centro médico o hacerlo en casa con sensores que parecen incómodos. Y aunque pueda dar pereza, merece la pena. Lo entiendo porque yo también dudé mucho, me lo pensé varias veces y casi lo dejo pasar. Pero hacerlo me cambió completamente la vida. Dormir bien no es un lujo, es una necesidad. Y saber que tu problema tiene solución te da esperanza y energía para volver a estar bien.
Lo que aprendí sobre mí mismo
Una vez que empecé el tratamiento y recuperé el sueño, me di cuenta de cómo me había afectado todo este tiempo. No solo era el cansancio físico, sino que había estado funcionando a medio gas durante meses, quizás años. Y como nunca había dormido realmente bien, no tenía con qué comparar. Pensaba que estar así era normal.
Empecé a ver cambios muy claros: mejor humor, más energía, mayor concentración. Incluso mi relación con la comida cambió. Antes comía mal por ansiedad y cansancio. Ahora, al sentirme mejor, empecé a cuidarme más de forma natural.
También me ayudó a entender mejor a otras personas. Porque la apnea puede parecer algo menor, pero condiciona tu vida en muchos sentidos. Y hasta que no lo vives, no lo ves. Si notas que alguien cerca de ti ronca mucho, se queda dormido durante el día o siempre está agotado, quizá no es solo estrés. Puede que necesite ayuda médica.
Dormir bien no es un lujo, es necesario
Hoy valoro mucho más mi descanso. Me doy cuenta de lo importante que es dormir bien no solo para sentirte descansado, sino para estar sano, con energía y con buen ánimo. La apnea no es solo un problema del sueño, es un problema de salud completo. Afecta al corazón, al metabolismo, al estado de ánimo y a la calidad de vida en general.
Es cierto que el tratamiento puede parecer incómodo al principio, pero la diferencia que marca es enorme. Empezar a dormir bien te cambia la cabeza, el cuerpo y hasta la forma de relacionarte con los demás. Todo mejora cuando el cuerpo recupera sus horas de sueño reparador.
Y si tienes dudas, lo mejor que puedes hacer es ir al médico o al dentista y preguntar. En mi caso, si no hubiera empezado a buscar respuestas, seguiría atrapado en ese cansancio crónico que me robaba la vida. Nadie debería conformarse con sentirse mal todos los días.
Dormir bien es vivir bien
Si llevas tiempo con fatiga constante, cambios de humor, falta de energía o dolores de cabeza frecuentes, no lo dejes pasar. La apnea del sueño puede estar detrás de todo eso. No es una rareza, ni algo de personas mayores. Es un problema que está mucho más presente de lo que se cree y que, con el diagnóstico y tratamiento adecuados, se puede controlar.
Yo dormía mal y pensaba que era algo normal. Hoy sé que no lo era, y agradezco haberlo descubierto a tiempo. Porque dormir bien, aunque parezca básico, cambia todo.